Día 35 - Nada me faltará...
Oficina HIMAD en Moravia, 11:40 de la mañana.
Hay un personaje en la historia que realmente me apasiona y me llama la atención desde que pequeño, y es el rey David. El niño que cuidaba ovejas y escuchaba la voz de Dios. El rey furioso y llorón. Valiente y cobarde. Sanguinario y bondadoso. Guerrero y poeta. El joven que lucho contra los gigantes que atemorizaban su pueblo. El hombre que enfrento a sus demonios internos, y sucumbió ante cada uno de ellos.
Siempre me he preguntado ¿que vio Dios en él? Su historia tiene tan poco que ofrecer al santo inmaculado (a aquel que nunca ha sentido el peso del pecado) pero al mismo tiempo es tan esperanzadora y motivadora para los que luchamos cada día, que hoy que sacamos esta foto, no pude evitar acordarme del post que le dedicamos hace ya más de un año.
"Tú fe era fuerte, pero necesitabas una prueba. La viste bañarse en el tejado. Su belleza, y el brillo de la luna, te superaron. Te ató a la silla de su cocina. Rompió tu trono, y cortó tu pelo. Y de tus labios arrancó un frío y roto aleluya..."
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